Jacob, un Arameo errante

En el presente libro se ofrece un comentario actual sobre el ciclo de Jacob (Gen 25,11-36,43). Es un comentario que nació en el cruce de dos caminos, el del estudio científico y el del acompañamiento pastoral. Se tuvo en cuenta la crítica, pero también la situación del lector, deseoso de escuchar al autor de este ciclo que nos habló tan vivamente de este movimentado Jacob, signo del hombre actual que se mueve de aquí para allá y, lo trágico, que lo mueven contra su voluntad.

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Jacob es uno de los antepasados del pueblo de Israel. En realidad, históricamente, es el antepasado por antonomasia. La misma tradición bíblica lo sugiere al igualar el nombre de Jacob con el de Israel.

A Jacob se refieren originalmente los credos de Israel, al llamarlo arameo. Se le designa como un arameo errante. La vida de Jacob fue andar de aquí para allá, tras de un lugar fijo, tal vez, sin pensarlo, buscaba el del cielo. A él no le tocó en esta tierra sino el movimiento, el ir de pasto en pasto, de pozo en pozo.

El patriarca estuvo marcado desde su nacimiento con la lucha. Esta fue la causa de su huida. Huyó de su familia, de su hermano gemelo. Al robar a éste la bendición, no tuvo la entereza de enfrentarlo y por esto se alejó, huyó de su presencia. Con miedo se fue a casa de su tío. En esta angustia Dios le salió al encuentro, en el sueño. Jacob necesitaba un aliento, un futuro y éste empezó en un sueño. Soñó que los ángeles subían y bajaban a Betel, donde estaba él.

Ya animado, Jacob trató de instalarse. Buscó la seguridad, la confianza en una familia e intentó encontrarla con Raquel. Su suegro le engañó y este engaño le quitó la alegría de su’ primer amor. Después, su suegro lo siguió engañando, pero Dios dejó caer sobre Jacob los efectos de la bendición robada: la multiplicación del ganado.

Al ver Jacob que la felicidad se le escapaba, escogió la libertad, buscó aires nuevos, espacios amplios. Por esto se dio de nuevo al vagabundeo, al ir de un lado para el otro. Jacob huyó de su suegro. Se regresó a su casa. Quiso encontrar la felicidad perdida, rastreándola en los recuerdos de su niñez. Pero Dios le volvió a salir al encuentro. Peleó con Dios. Jacob entendió que la lucha por la vida era parte fundamental de cualquier ser humano. Así entró a la tierra prometida. Le avisaron de la llegada de su hermano y tuvo miedo. Este fue vencido por el cariño de su hermano que, siendo el ofendido, le dio un abrazo para regrersarle su amistad perdida.

En adelante Jacob empezará a moverse de acuerdo a sus necesidades. Estas lo llevarán, a través de engaños y peligros, hasta la tierra del faraón, a quien responderá a la pregunta sobre su edad: “Ciento treinta han sido los años de mis andanzas. Pocos y malos han sido los años de mi vida” (Gen 47 ,9).

En las páginas siguientes se ofrece un comentario actual sobre el ciclo de Jacob (Gen 25,11-36,43). Es un comentario que nació en el cruce de dos caminos, el del estudio científico y el del acompañamiento pastoral. Se tuvo en cuenta la crítica, pero también la situación del lector, deseoso de escuchar al autor de este ciclo que nos habló tan vivamente de este movimentado Jacob, signo del hombre actual que se mueve de aquí para allá y, lo trágico, que lo mueven contra su voluntad.

Weight 0.28 kg
Dimensions 18 × 1 × 18 cm
Año de publicación

1998

Páginas

186

Author

Raúl Duarte Castillo

Publisher

Universidad Pontificia de México

Series

Estudios Bíblicos Mexicanos