El papa Francisco, como hijo del Concilio, nos invita a reformar la Iglesia. En la Eucaristía celebrada el 9 de noviembre de 2013 en Santa Marta, el Papa evocó la imagen de la «Ecclesia semper reformanda. La Iglesia siempre tiene necesidad de renovarse porque sus miembros son pecadores y necesitan de conversión». No se refería a la reforma como un acto puntual de revisión o actualización de ciertas estructuras caducas, sino un proceso constante y permanente de «conversión eclesial», de «toda la Iglesia entera».
Esto lo confirmará días después, en la Evangelii gaudium, citando al papa Pablo VI, al decir que «Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar c0n fuerza que no se dirige solo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera ( … ) El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma( … ). Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma» (EG 26).
Bajo esta inspiración, Francisco no pone el acento en la reforma de la mera organización interna de la estructura eclesial y su funcionamiento, sino en su misión de servir a las personas y a los pueblos. Y esto nace -como lo había señalado en 2014-del «contacto directo con el Pueblo de Dios». Es este contacto el que genera una conversión real que es la base de cualquier reforma, porque, como recuerda Francisco, «sin un “cambio de mentalidad” el esfuerzo funcional será inútil».
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