Para una Valoración Doctrinal y Jurídica de los Documentos Eclesiásticos

El presente libro tiene la intención de ayudar al lector a conocer los diferentes tipos de pronunciamientos y. decisiones de la autoridad legítima de la Iglesia, en sus diversas instancias. Asimismo, ofrece una serie de criterios para valorar la autoridad doctrinal de los escritos magisteriales y la obligatoriedad de los disciplinares. En el último capítulo se ofrece un elenco de documentos con su respectiva descripción, desde el punto de vista de su categoría normativa o jerarquía doctrinal. Con seguridad faltarán algunos por mencionar, pero de cualquier modo, se han tomado en cuenta los más significativos. La descripción de cada uno de ellos se hace en base al resultado de un análisis hecho de los mismos.

Pero antes de acercarnos al elenco de los documentos eclesiásticos, me parece conveniente conocer una serie de datos teológicos y canónicos, que ayudarán a entender mejor el lenguaje utilizado y las categorías de los documentos. En efecto, es necesario saber de qué autoridad goza quien emite un escrito eclesial, en qué contexto lo hace, a quién se dirige y qué respuesta espera. En primer lugar, se expone lo relativo a las funciones de enseñar y regir que se ejercen al emitirse un documento doctrinal o disciplinar. Enseguida se hace una sinopsis de la vida de la Iglesia y su magisterio en los dos últimos siglos. A continuación se expone lo relativo al magisterio eclesiástico: su ejercicio, la adhesión a él y unas cuestiones sobre el disenso. El siguiente apartado describe la autoridad legítima que emite los documentos en la Iglesia. Antes de exponer la relación de los diversos tipos de documentos eclesiásticos, se analiza su naturaleza y diversidad, así como los criterios para su valoración doctrinal o jurídica.

$100.00

El Señor Jesús vivió entre nosotros y proclamó el mensaje del Reino de Dios. Carecemos de testimonios que indiquen que haya usado el lenguaje escrito para dejar constancia de su mensaje. Sin embargo, sus discípulos, inspirados por el Espíritu Santo, tuvieron el cuidado de dejar plasmado por escrito parte del mensaje del Maestro. En efecto, el evangelio de Juan termina diciendo: «Hay además muchas otras cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran» (21, 25). Otra gran parte del mensaje del Señor fue transmitiéndose oralmente de generación en generación, formándose así la Tradición. La Iglesia, después, habría de definir el canon de la Sagrada Escritura, formada por el Antiguo y Nuevo Testamentos.

La comunidad de los discípulos del Señor fue creciendo y extendiéndose cada vez más, de tal manera que la comunicación escrita se hizo indispensable, como lo atestiguan las cartas de Pablo y Pedro, Santiago y Juan, o de los primeros sucesores de Pedro. Eran escritos que contenían alguna doctrina o norma de vida. Conforme nos distanciamos de los escritos de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, se ha hecho necesario aplicar métodos de interpretación. Son conocidas para nosotros las dificultades que esto planteó en el siglo XIX, cuando se comenzaron a aplicar los métodos modernos de interpretación (histórico-críticos) a la Sagrada Escritura y al dogma.

También hoy, la Iglesia posee una rica herencia de escritos provenientes de papas, concilios, Obispos, etc., como son los epistolarios, las decretales, los bularios, etc. Por ejemplo, a nivel de la Iglesia universal, contamos desde 1865 con los Acta Sanctae Sedis, que recopilaban los documentos emitidos por el Romano Pontífice y los Dicasterios de la Curia romana; desde 1909 cambiaron su nombre a Acta Apostolicae Sedis, siendo hasta hoy el órgano oficial donde la Sede Apostólica promulga o publica sus decisiones y provisiones. Del mismo modo, a nivel particular, las conferencias episcopales, así como los Obispos diocesanos, tienen sus órganos oficiales, en donde se recogen los documentos oficiales emanados por ellos.

Desde el siglo XIX la e.m1s10n de documentos oficiales, sean magisteriales, sean disciplinares, o simplemente convencionales, ha aumentado considerablemente. Basta consultar los órganos oficiales mencionados para darnos una idea de ello. Estos escritos de la autoridad de la Iglesia se convirtieron en el principal medio para exponer la doctrina católica; además de ser el vehículo para dotar a la Iglesia de normas y ejercer el gobierno de la misma. Muchos de ellos son de difícil comprensión para la mayoría de los fieles.

Este flujo de tinta, se puede ver reflejado en las diversas formas y estilos literarios utilizados, como son las Constituciones, los decretos, las bulas, los breves, las encíclicas, etc. Nos atrevemos a afirmar que, después del Vaticano 11, la autoridad eclesiástica ha venido utilizando estos documentos con mayor libertad y espontaneidad, sobre todo aquellos de tipo doctrinal. Pudiera significar una mayor libertad por parte de los pastores, pero no cabe duda que puede crear, y de hecho, crea cierta confusión en los destinatarios de los mismos.

Por ejemplo, desde el aspecto magisterial, la promulgación de los documentos del Vaticano II impulsó el fenómeno de la recepción crítica de los documentos eclesiásticos, que se agudizó con la publicación de la encíclica Humanae vitae (25 de julio de 1968). Los fieles cristianos dejaron la niñez y comen􀀾aron a ser adultos y a preguntarse: por qué me enseñas esto, qué significa aquello, cómo se fundamenta en la revelación divina, etc.

El nacimiento de esta actitud; ciertamente, ha ocasionado tensiones en el seno de la Iglesia, sobre todo entre teólogos y magisterio eclesiástico, especialmente cuando se ha ido por los extremos; es decir, se produce la tensión, sea cuando unos sienten que su autoridad es ignorada, sea cuando otros no quieren sujetarse a ninguna autoridad.

Esta misma situación ha propiciado el desarrollo del pluralismo teológico después del Vaticano 11, como se manifiesta en la fundación de las revistas Concilium (1965) y Communio (1972), que nacieron como un foro de diálogo abierto entre teólogos, y entre ellos y el mundo. Aún el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) había de salir al paso de la existencia de este pluralismo teológico, presentando un compendio de toda la doctrina católica referente a la fe y a las costumbres, para ser usada por profesores de doctrina católica y para preparar catecisrµos locafos, así como para preservar la unidad de la fe y la fidelidad a la misma doctrina.

La dificultad en la recepción de los documentos magisteriales se hace más aguda cuando se trata de documentos que incursionan en el campo de la ética o la moral. La mayoría de estos documentos están escritos con un lenguaje técnico, y los fieles cristianos necesitan de alguna explicación adicional para entenderlos. El proceso de su recepción ha sido desafiado a través de los medios masivos de comunicación social, por los cuales muchos son directamente recibidos, sin la debida hermenéutica. Y mientras existen diversos. tipos de documentos disciplinares y magisteriales, carecemos de los criterios específicos para interpretarlos. Por su parte, el Vaticano II propone tres criterios para la recepción de los documentos magisteriales del Papa, que pueden aplicarse también al de los Obispos, a saber, (l) el carácter de los documentos en cuestión, (2) la frecuencia con que una cierta doctrina es propuesta, y (3) la manera en que la doctrina es formulada (LG 25). Pero estos criterios no bastan. Se requieren otros instrumentos para la recepción adecuada de los mismos, porque implica su comprensión, su aceptación y su puesta en práctica.

Basta dar un vistazo a los escritos del recordado Papa Juan Pablo II para caer en la cuenta de su sistemática magisterial, propia de la teología. Por ejemplo, los últimos sínodos generales ordinarios de Obispos han llevado una sistemática evidente: los laicos, los clérigos, los religiosos y los Obispos. Después de cada sínodo, el Papa ha publicado una exhortación post-sinodal. Y nos preguntamos, cómo recibir toda esta vastedad doctrinal, cómo valorarla, de qué autoridad doctrinal goza, qué. vinculación representa para mí como fiel cristiano.

Hoy en día no basta con aplicar un método hermenéutico a la revelación divina, también la• doctrina del magisterio lo necesita. La afirmación del Papa Pío XII, de que el magisterio eclesiástico es la norma próxima y universal de la verdad, en materia de fe y costumbres, para cualquier teólogo, nos dice poco. En ocasiones, la exposición del magisterio puede ser más compleja que la misma revelación.

En las últimas décadas, los teólogos y canonistas han tratado de encontrar mejores instrumentos para ayudar a discernir la naturaleza propia de los pronunciamientos y prescripciones de la autoridad eclesiástica, así como la respectiva respuesta de los fieles cristianos. También las autoridades de la Iglesia muestran preocupación acerca de la falta -de recepción a sus escritos, ya que mientras unos simplemente los ignoran, otros los critican abiertamente. Desgraciadamente los medios de comunicación social no siempre han ayudado en este proceso de recepción, ya que con frecuencia presentan los documentos del Papa y de las congregaciones romanas como si tuvieran la misma autoridad y peso doctrinal, sin omitir que, la mayoría de las veces difunden equivocadamente el mensaje principal del documento en cuestión.

¿Cuáles son las causas de esta falta de recepción? y ¿Cómo cambiarla? ¿Depende únicamente de un desfasamiento entre el lenguaje eclesiástico y el lenguaje cotidiano del mundo de hoy? ¿o acaso se debe a una falta de fe o a una resistencia a las exigencias evangélicas contenidas en dichos documentos? ¿o se debe a una devaluación de la autoridad del magisterio eclesiástico? Quizá haya un poco de todo.

Por una parte, es necesario aplicar la hermenéutica de la experiencia al lenguaje dogmático y teológico para que la fe tenga sentido en la vida del hombre de hoy. Por otra parte, se requiere de un cambio en el modo de ejercer el magisterio eclesiástico, de tal manera que enseñe con autoridad pastoral, es decir, con autoridad y humildad. Y sobre todo, los miembros de la Iglesia necesitamos dejar que el Espíritu Santo nos conduzca hacia la verdad (Jn 14,26). En muchas ocasiones se ha recordado que el magisterio eclesiástico es la norma próxima de interpretación de la divina revelación, pero ha llegado el momento en que el mismo magisterio requiere de la hermenéutica para la interpretación de sus documentos, para que su mensaje sea comprendido y acogido por los fieles cristianos y, en general, por los hombres y mujeres de hoy; en una palabra, para su debida recepción.

-0

Año de publicación

2006

Páginas

176

ISBN

968-5448-31-0

Author

Mario Medina Balam

Publisher

Universidad Pontificia de México

Series

Bibliotheca Mexicana

Reviews

There are no reviews yet.

Be the first to review “Para una Valoración Doctrinal y Jurídica de los Documentos Eclesiásticos”

Editorial Review

El presente libro tiene la intención de ayudar al lector a conocer los diferentes tipos de pronunciamientos y. decisiones de la autoridad legítima de la Iglesia, en sus diversas instancias. Asimismo, ofrece una serie de criterios para valorar la autoridad doctrinal de los escritos magisteriales y la obligatoriedad de los disciplinares. En el último capítulo se ofrece un elenco de documentos con su respectiva descripción, desde el punto de vista de su categoría normativa o jerarquía doctrinal. Con seguridad faltarán algunos por mencionar, pero de cualquier modo, se han tomado en cuenta los más significativos. La descripción de cada uno de ellos se hace en base al resultado de un análisis hecho de los mismos.

Pero antes de acercarnos al elenco de los documentos eclesiásticos, me parece conveniente conocer una serie de datos teológicos y canónicos, que ayudarán a entender mejor el lenguaje utilizado y las categorías de los documentos. En efecto, es necesario saber de qué autoridad goza quien emite un escrito eclesial, en qué contexto lo hace, a quién se dirige y qué respuesta espera. En primer lugar, se expone lo relativo a las funciones de enseñar y regir que se ejercen al emitirse un documento doctrinal o disciplinar. Enseguida se hace una sinopsis de la vida de la Iglesia y su magisterio en los dos últimos siglos. A continuación se expone lo relativo al magisterio eclesiástico: su ejercicio, la adhesión a él y unas cuestiones sobre el disenso. El siguiente apartado describe la autoridad legítima que emite los documentos en la Iglesia. Antes de exponer la relación de los diversos tipos de documentos eclesiásticos, se analiza su naturaleza y diversidad, así como los criterios para su valoración doctrinal o jurídica.